En la entrada pasada hablamos sobre el origen de la costumbre de responder verbalmente al estornudo ajeno y vimos diferentes formas de decirlo en muchos otros idiomas. Casi todas las respuestas verbales al estornudo están relacionadas con la palabra “salud” y suelen funcionar como una bendición que se le da al otro. Pero esto no siempre es así. A algunos lectores les llamó la atención que en algunas culturas asiáticas aquel que estornuda, en vez de recibir una bendición, tiene que disculparse. Probablemente eso venga de la idea más práctica (y menos supersticiosa) de que el estornudo no es más que una excreción fisiológica que importuna al otro. De ahí que, supongo yo, uno se disculpe. De hecho, algunos otros lectores comentaron que decir “salud” ya está demodé o que es una forma de decirle al otro que deje de fastidiar. Creo que tienen razón. Por lo menos en algunas culturas es posible verlo.
Cuando estudié francés, me enseñaron que cuando alguien estornuda hay que decirle à tes souhaits si se le tutea o à vos souhaits si se le habla de usted. Sin embargo, cuando viví en Francia me di cuenta de que en la realidad las cosas no eran como me las habían pintado mis profesores. A los pocos meses de vivir allá, observé que cada vez que yo estornudaba nadie, absolutamente nadie, me decía nada. No me decían la fórmula que yo había aprendido en mis clases, pero tampoco me decían otra cosa. Y no sólo eso: cuando otra persona estornudaba y yo le decía “à tes souhaits”, la persona nunca me decía gracias.
Poco a poco fui observando que eso era una actitud generalizada y no sólo de unos cuantos. Hasta que un día decidí preguntarle a una amiga francesa. Le dije lo que les acabo de explicar aquí: que a mí me habían enseñado a decir eso pero que notaba que no sólo nadie me lo decía a mí, sino que tampoco me agradecían si yo se lo decía y que, incluso, empezaba a sospechar que les molestaba. Mi amiga me dijo que nunca se había puesto a pensar en eso, pero después de reflexionar unos segundos me dijo que efectivamente no le gustaba que le dijeran algo al estornudar y, por ende, tampoco lo decía ella. Me explicó que decirle “salud” (o su equivalente) al que estornuda es como decirle indirectamente que los demás se dieron cuenta de que estornudó, lo cual no hace más que incomodarlo.
Fue entonces que me di cuenta de que una cosa es lo que te enseñan en clase de lengua y otra la realidad. Obviamente esta “cortesía” de decir à tes souhaits al que estornuda fue real en algún momento. De lo contrario, no me la habrían enseñado. Pero las costumbres cambian y ésta no sólo dejó de ser una cortesía, sino que se volvió una descortesía. Me percaté de que, en vez de ser cortés con la gente, la había estado importunando. Claro, seguramente, siendo yo extranjera, no lo habían tomado mal, pero el punto es que mi intención había tenido el efecto contrario.
Éste es un ejemplo interesante que muestra la importancia de incorporar un enfoque pragmático en los métodos de enseñanza de segundas lenguas. La pragmática es precisamente esa rama de la lingüística que estudia el lenguaje y su relación con los hablantes, así como las circunstancias y contextos de la comunicación. El sistema formal y gramatical de una lengua no puede desvincularse de los contextos de uso, de la identidad individual y social de sus interlocutores, ni del conocimiento del mundo que tienen los hablantes.